A veces me despisto y me sorprendo anhelando la visión de un apuesto caballero sobre un caballo blanco esperando en la oscuridad de la noche en mi puerta. Muchas de esas veces simplemente me gustaría verlo a lo lejos. Conocer sus facciones, poder ver su mirada y saber, que aquello que siempre he pensado que existía, algún día, será real.
Un absurdo como otro cualquiera el querer conocer el final de la historia antes siquiera de que haya sido escrita. Y qué forma de estropear el devenir… yendo mucho más allá incluso que una máquina del tiempo, asegurándote de que va a suceder, algo así como tener un flashforward, y en realidad para nada… porque verlo, sólo implica que sucederá.
Supongo que conoceréis la teoría de los flashforwards. Le muestras a una persona un instante de su vida, y aunque los senderos son múltiples y todos diferentes, si le enseñas un instante, tenderán a dirigirse al futuro que vieron la primera vez. Y aunque todos los caminos son distintos, hay variables a las que estamos predestinados… algo así como tener que llegar a un lugar determinado sin que importen las paradas del camino.
Sin embargo, cada cosita que yo vivo la marco con un punto de luz, una simple lucecilla que conforma el día en mi mundo. Y al mirar atrás, sé cuales han sido importantes porque algunos tienen brillo propio… y no necesitan de tomas de corriente para lucir… no necesitan que yo misma las vaya a conectar… porque cuando las viví, ya quedaron conectadas conmigo... aunque yo todavía no lo sepa.
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