El azar no es limpio. No es un sistema que funcione en consonancia con el resto de elementos del universo. El azar lo decidimos nosotros con cada acto que realizamos. No importa si nuestros actos son por intuiciones, rutinas, programados... eso da igual. Lo que importa es que nuestros actos conviven en un espacio y un tiempo con los actos de los demás, que también actúan de forma intuitiva, automática o programada.
Estos actos que son los que generan las cadenas de secuencias, persiguen fines. Los fines son aquellos que nosotros decidimos, aquellos que nos inculcaron que debían ser nuestras prioridades. La educación que recibimos tampoco es cuestión del azar. Lo que nos enseñan y con la parte que nos quedamos de esas enseñanzas tienen un por qué mucho más profundo que nuestro destino. Acepto que puede ser azar que hayamos nacido en Madrid y no en Ecuador, pero esto sería suponiendo que hay un limbo en el que las almas esperan mientras no llegan a la tierra... idea un tanto surrealista. Si partimos de que el comienzo de la existencia es la vida, una vez que hemos nacido, lo que denominamos azar es en realidad la conjura de cadenas de sucesos realizadas por las personas que habitan el planeta y, desafortunadamente, no hay un ser superior que haya trazado un plan en el que una pareja coincida al final del camino... simplemente ha pasado.
El azar está dirigido por nuestras prioridades y las de la gente que nos rodea. El azar es el concepto que utilizamos para referirnos a un sistema de variables que nos parece tan inmenso que nos da miedo. El azar es la palabra con la que nos limpiamos las manos y fingimos no poder hacer nada ante los acontecimientos de nuestra vida.
La realidad es que cada uno decide su destino. La realidad es que si realmente quieres algo, puedes conseguirlo. Si no lo tienes todavía, es porque no lo deseas lo suficiente. Y si crees que lo que digo es porque no sé de lo que hablo, que simplemente son palabras que parecen que suenan bien... te equivocas.
Estos actos que son los que generan las cadenas de secuencias, persiguen fines. Los fines son aquellos que nosotros decidimos, aquellos que nos inculcaron que debían ser nuestras prioridades. La educación que recibimos tampoco es cuestión del azar. Lo que nos enseñan y con la parte que nos quedamos de esas enseñanzas tienen un por qué mucho más profundo que nuestro destino. Acepto que puede ser azar que hayamos nacido en Madrid y no en Ecuador, pero esto sería suponiendo que hay un limbo en el que las almas esperan mientras no llegan a la tierra... idea un tanto surrealista. Si partimos de que el comienzo de la existencia es la vida, una vez que hemos nacido, lo que denominamos azar es en realidad la conjura de cadenas de sucesos realizadas por las personas que habitan el planeta y, desafortunadamente, no hay un ser superior que haya trazado un plan en el que una pareja coincida al final del camino... simplemente ha pasado.
El azar está dirigido por nuestras prioridades y las de la gente que nos rodea. El azar es el concepto que utilizamos para referirnos a un sistema de variables que nos parece tan inmenso que nos da miedo. El azar es la palabra con la que nos limpiamos las manos y fingimos no poder hacer nada ante los acontecimientos de nuestra vida.
La realidad es que cada uno decide su destino. La realidad es que si realmente quieres algo, puedes conseguirlo. Si no lo tienes todavía, es porque no lo deseas lo suficiente. Y si crees que lo que digo es porque no sé de lo que hablo, que simplemente son palabras que parecen que suenan bien... te equivocas.
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