Muchas veces, ves tu vida pasar en el tiempo de otras personas. Ves cómo sufren, cómo cometen los mismos errores que tú cometiste, cómo se pierden en la inmensidad de un mar de dudas. Muchas veces, a tu pesar, ves cómo la gente llora lágrimas a las que tú dijiste adiós hace tiempo. Muchas veces, con la melodía de cada una de esas lágrimas recuerdas cada uno de los estruendos con los que tu corazón se iba rompiendo. Muchas veces, y muy seguidas, vuelves en un instante a ser el ánima perdida que en un pasado no tan lejano no podías echar de tu vida.Y entonces, llaman a tu puerta. Saben que estás en otro mundo porque tu mirada no seguía las motas de polvo de este planeta, sino de las de una galaxia que ahora no les es tan lejana. No te preguntan por el nombre de tu lugar de escondite... no les interesa. No te preguntan cómo llegaste a él... no lo quieren saber. No te preguntan cuánto tiempo te encerrarse en aquel universo... no quieren desanimarse más.
Lo único que quieren es saber cómo encontraste la salida. Y tú, dejas de mirar por la ventana de los recuerdos y los miras a los ojos... y ves cómo se llama su nuevo planeta, ves cómo llegaron y sientes cómo el tiempo que se pasarán en él se les hará eterno... ves lo que no pediste admirar y sufres por lo que no querías conocer.
Tu voz enmudece cuando tu boca se abre, tu mirada se nubla al enfocar la imagen del presente y tus piernas se tambalean al querer levantarse sobre la tierra. Porque aunque en mis ojos encuentres los de una persona afable, aunque en mis manos descubras el apoyo que te refuerza, aunque en mis palabras percibas los susurros de soplos de aire fresco... yo, amigo mío, perdí la respuesta a tus preguntas en aquel lugar en el que me escondí durante un tiempo, y aunque quisiera volver para recogerlas de dónde las dejé olvidadas... en el fondo sólo espero que una ola de alegría convirtiese mis posibles consejos en palabras mojadas hace ya mucho tiempo.
Porque la tranquilidad es el sentimiento que queda cuando el mar acaricia la orilla y el que precede a la frescura del choque contra las rocas.
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1 comentario:
El escondite. Creo que es hacia donde me dirijo.
He pasado un tiempo fuera de mi mundo. He ido a un nuevo planeta donde nada tenía que perder y todo que ganar.
A las autoridades les diré que no perdí el tiempo, y les relataré detalladamente cuantas cosas conocí y aprendí, cuantas cosas me han hecho evolucionar por dentro. A las autoridades les daré cuenta de todo lo que esperaban, y aprobarán con alabanzas mis acertadas decisiones y mis grandes logros. Soy un excelente embajador.
Y sin embargo, cuando llegue a mi escondite cobraré el valor que no tengo ante el mundo. Podré gritar en ese pequeño nicho todo lo que lamento. Fui a un nuevo mundo donde nada tenía que perder, y no arriesgué. No exploré mi ser, ni me abrí a lo desconocido. No desgarré mis entrañas, entregándolas a las voraces fauces de lo ignoto. No dejé que nada agrediese mi escudo ni mi coraza, porque si podía haber batalla me iba a la retaguardia.
Gritaré a mis adentros, denunciando su cobardía. Ellos me acallarán chantajeándome, argumentando mi absoluta complicidad y complacencia. Lloraré de impotencia, rabioso porque me tienen atrapado. La pesadumbre llegará como pesada niebla, se instalará sobre mi institución más crítica, y sin poder evitarlo levantaré los hombros, aceptando la derrota.
Nadie sabrá de estas historias, que se me prohibió escribir. Nadie sospechará de su existencia, porque mi expresión permanece inalterable. Sólo la densidad de mi escondite conocerá la intimidad.
No sé quién soy. He perdido la medida de las cosas y la capacidad de análisis. El escondite es un agujero negro. Creo que nunca salí de él, descubro que nunca salí de él.
Llora niño, porque tú has perseguido al tiempo, pero sin salir del cascarón te has hecho mayor.
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