Personas en la sombra; gente que te sigue con distancia y prudencia; entes que te hablan y te recuerdan que por mucho que te empeñes en pensar que estás sola, estás rodeada de gente que te envía calor. Al final te ves como un gran menir alrededor del cual la maleza se hace más frondosa, vegetación que aumenta tu grado de humedad y de sombra.
Miguitas de pan que has ido dejando sin pensar en que quizás alguien al recogerlas pudiese llegar a ti. Semillas que se te han caído más sin querer que queriendo, pero que han fructiferado con el tiempo. Cuando creías que tu huerto estaba muerto, cuando pensabas que no había tierra más inerte, te tropiezas con una pequeña planta.
Plantas que floreden y llenan tu jardín de colorido. Porque sólo los verdes tallos no nos sirven para más que para esperar a ver qué te dan, o para admirarlos. Verde es el tiempo que me he pasado en un mundo paralelo anhelando lo que en realidad nunca volveré a desear. Verde son las horas que a tu lado pasaba y se me antojaban en un espejismo de perfección. Verde es la infancia que me pasé pidiéndole al cielo que llegases a mi vida. Verde era yo mientras creía que no podía ser de otro color que no fuera el que tú me dabas.
Morado, magenta, naranja, azul, amarillo... todo es lo que puedo ser desde que me di cuenta que tu tinte era sintético y el mundo es pura naturalidad.
Y aunque la esperanza se vuelva melancolía, esta entrada se la dedico a Carmen Marín, que es una de las ramitas que se empeñó en crecer en mi inerte huerto y floreció.
Miguitas de pan que has ido dejando sin pensar en que quizás alguien al recogerlas pudiese llegar a ti. Semillas que se te han caído más sin querer que queriendo, pero que han fructiferado con el tiempo. Cuando creías que tu huerto estaba muerto, cuando pensabas que no había tierra más inerte, te tropiezas con una pequeña planta.
Plantas que floreden y llenan tu jardín de colorido. Porque sólo los verdes tallos no nos sirven para más que para esperar a ver qué te dan, o para admirarlos. Verde es el tiempo que me he pasado en un mundo paralelo anhelando lo que en realidad nunca volveré a desear. Verde son las horas que a tu lado pasaba y se me antojaban en un espejismo de perfección. Verde es la infancia que me pasé pidiéndole al cielo que llegases a mi vida. Verde era yo mientras creía que no podía ser de otro color que no fuera el que tú me dabas.
Morado, magenta, naranja, azul, amarillo... todo es lo que puedo ser desde que me di cuenta que tu tinte era sintético y el mundo es pura naturalidad.
Y aunque la esperanza se vuelva melancolía, esta entrada se la dedico a Carmen Marín, que es una de las ramitas que se empeñó en crecer en mi inerte huerto y floreció.
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