Vientos de antaño vuelven, recordándonos tiempos mejores... o no. Quizá tiempos en los que la importancia de las cosas era mucho más relativa. Ahora, todo se exprime, hasta la última gota, para poder saborear la vida en toda su esencia. Recordar nos parece tan acogedor... como añorando un tiempo al que no es necesario regresar.
Son tiempos perdidos... aunque sólo se pierda lo que se puede volver a encontrar. Por eso hay personas que simplemente se han ido y no volverán. Personas que pasan, te hacen reír o llorar y con su estela, se van... "puedes quedarte el tiempo que quieras hasta que pase la tormenta, nadie te va a forzar. Tómatelo como tu nueva casa".
Aunque también hay personas a las que echas. Incluso hay personas que vuelven y, aún así, las vuelves a echar. Porque ahora somos así. Seres que pueden elegir cuando deben suceder las cosas... en vez de dejar que pasen sin más. Ya no creemos en los imprevistos, sino en los medios que tenemos para atajarlos. Ya no creemos en los rotos y descosíos, sino en el hilo y en la aguja. Ya no creemos en los encandilamientos, sino en las relaciones de acciones preestablecidas. Ya no creemos en aventuras de finales inconmensurables, sino en gincanas de metas conocidas.
Vivimos en un mundo acotado por nosotros mismos, quizá anhelando a veces que sus fronteras se amplíen, siendo nuestra propia alma la que se niega a que esto suceda. Nos "protegemos" bajo una montaña de conchas, creyendo que por oler a pescado fresco, nuestra vida se desarrolla en un restaurante de 5 tenedores. Vemos luz, y por no ser oscuridad, creemos que saldremos morenos. Creemos que por no tener problemas aparentes, nuestra vida es plena y las sonrisas se dejarán ver de un momento a otro por una esquinita de nuestros labios. Creemos que por quejarnos ya tenemos derecho a llorar con lágrimas de cocodrilo.
Son tiempos perdidos... aunque sólo se pierda lo que se puede volver a encontrar. Por eso hay personas que simplemente se han ido y no volverán. Personas que pasan, te hacen reír o llorar y con su estela, se van... "puedes quedarte el tiempo que quieras hasta que pase la tormenta, nadie te va a forzar. Tómatelo como tu nueva casa".
Aunque también hay personas a las que echas. Incluso hay personas que vuelven y, aún así, las vuelves a echar. Porque ahora somos así. Seres que pueden elegir cuando deben suceder las cosas... en vez de dejar que pasen sin más. Ya no creemos en los imprevistos, sino en los medios que tenemos para atajarlos. Ya no creemos en los rotos y descosíos, sino en el hilo y en la aguja. Ya no creemos en los encandilamientos, sino en las relaciones de acciones preestablecidas. Ya no creemos en aventuras de finales inconmensurables, sino en gincanas de metas conocidas.
Vivimos en un mundo acotado por nosotros mismos, quizá anhelando a veces que sus fronteras se amplíen, siendo nuestra propia alma la que se niega a que esto suceda. Nos "protegemos" bajo una montaña de conchas, creyendo que por oler a pescado fresco, nuestra vida se desarrolla en un restaurante de 5 tenedores. Vemos luz, y por no ser oscuridad, creemos que saldremos morenos. Creemos que por no tener problemas aparentes, nuestra vida es plena y las sonrisas se dejarán ver de un momento a otro por una esquinita de nuestros labios. Creemos que por quejarnos ya tenemos derecho a llorar con lágrimas de cocodrilo.
Menos mal que después de mucho llorar, no hay pena que perdure eternamente. Menos mal que no por mucho quejarse, el alma malvive en tristezas. Menos mal que vamos disfrutando a sorbitos la luna llena. Menos mal que nos desviamos del plan establecido muchos años atrás. Menos mal que no encontramos el camino y que eso nos ha hecho echarnos a volar. Menos mal que se nos ha dado por ir llenando vasos para luego poder encontrar el camino de vuelta a casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario