20 agosto 2010

... CAMINO ESTRELLADO

Te seré totalmente sincera... aunque no sé si eso es lo que yo quiero. Y no sé explicar muy bien por qué lo hago... quizás por esto que tengo aquí dentro y que con tu voz y tus palabras avivas más y más. No sé si está bien o si está mal... pero aquí está.

Creo que no es necesario que diga lo que siento por ti. Creo que si no te has dado cuenta de lo que hay en mi interior... esto no tiene ningún sentido. Si no te has dado cuenta del pedacito de mí que te has llevado... si no te has dado cuenta de la pieza que eras a mi lado... si no eres consciente del brillo que tú me hacías sacar fuera... apaga y vámonos.

Apaga y vámonos... a otro lugar donde hablar no signifique nada y mis miradas y las tuyas puedan fundirse sin tener que dar explicaciones a nadie. Al país donde los imposibles dan rienda suelta a su imaginación y de donde se rescatan historias inacabadas que se permiten darles consejos a otros.

He querido hacer como que no eras nada importante en mi vida y simplemente dejar pasar el tiempo. He querido decir en alto que la vida era más, que simplemente tú en una esquina de mis recuerdos. He querido aparentar que miles de otros interrogantes me rondaban... Y nada es todo eso, si no irrealidad.

Más de una noche que me ha venido a visitar, he intentado no cerrar los ojos para no tener que enfrentarme a tu recuerdo en la tranquilidad de mi cama. Más de una conversación que he mantenido, he intentado seguirla con alfileres disimulando que mi mente estaba pensando en ti. Más de un precipicio al que me he asomado, he intentado ser valiente y no reconocer que todo me parecería más fácil si tú hubieses estado a mi lado.

Cuando he empezado a hablar contigo, realmente creía que yo ya no era nadie para ti. Y realmente quería creer que tú simplemente eras un mero pasaje que debía dejar atrás. Pero he visto como mi sonrisa era cada vez más grande. He visto como mis mejillas se colorean como las de una niña al oírte hablar. He visto como mis nervios estaban a flor de piel esperando una palabra tuya más.

Cuatro horas después, creí que algo había cambiado... fue quizás porque el corazón no me daba vuelcos cada vez que abrías la boca... quizás porque aquella situación se había convertido casi en familiar... pero entonces... al preguntártelo, lo entendí. Cuando empezaste a hablar de nosotros, noté un leve tirón en el pecho, un desgarro suave... noté como, dependiendo de cómo fuera a acabar la siguiente frase, sentiría dolor en mi corazón o no.

Si no fuera por lo que siento cada vez que hablo contigo, pensaría que todo es una fantasía, y que en el fondo es una experiencia más a utilizar como recurso para imaginar. Pero, si el recuerdo es lo único que me queda, recuerdo notar la frescura de quien prueba uvas recién cogidas de la cepa con la sorpresa de que tus labios rozaban los míos. Recuerdo la materialización de tus miradas intencionadas como un resplandor que no me dejaba ver nada más a mí alrededor. Recuerdo tus palabras como una caña de pescar que conseguía que diese más y más de mí.

Dices que no estás dentro de mí para saber lo que pienso, pero es probable que cuando hablo, seas tú el que mejor me entiende. Es probable que todo lo que te digo sea cierto, pero es probable que con la verdad no se vaya a ninguna parte. Y es probable que me sienta perdida al reconocer todo lo que te digo, pero es probable que si no lo reconozco no me acepte a mí misma.

Ya me dirás qué hago ahora con todo esto que siento... y que me había propuesto guardar como un tesoro para poder disfrutar en mis tardes de soledad.

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