Yo no soy una persona a la que le guste darle la espalda al pasado. Me gusta no olvidarlo, pudiendo seguir viviendo mirando de frente. Sin embargo, hay etapas que dejas atrás, que no se sabe por qué, a veces se empeñan en volver.
Con ojos de ángel y discurso ganador, me relatas todas tus supuestas virtudes, vendiéndome la pepita de oro en la que te has convertido y la gran proyección de futuro que al parecer te espera. Por supuesto, no te olvidas de insinuar lo amplios que son tus conocimientos adquiridos y de describir tu propia conversación como de "interés intelectual". "Profunda conversación" en la que has enumerado como sin querer, los numerosísimos paraisos turísticos que has visitado y las actividades que colman tus completísimos días de la semana. Y toda esta eterna conversación finaliza con un agradable "estás igual que siempre"... como si eso significase que debo volver a pasar por etapas de mi vida que tiempo ya hace que despedí.
Y entonces sale de mí, mi parte más paciente que, con una calmada sonrisa, intenta no entrar al trapo en ese tipo de conversaciones que ni me van ni me vienen. No pienso discutir contigo, no esta vez. No valoraré si tu vida es mejor, si tus amigos son más simpáticos, si tu ropa es más bonita, si tu coche es mejor, ni si tu pelo es más brillante.
Sólo espero que a mí no me intentes convencer con esas promesas que parecen serias de que tome la manzana que no quiero ni morder. Sólo espero que seas consciente de que te oigo cantar pero no escucho tu canción. Sólo espero que no pienses que me creo algo de lo que te sale por esa boquita, porque ya hace que anoté en el cabecero de mi cama, que es beneficioso alejarse de tu espacio de actuación.
Este corazón ya vino y se fue de vuelta, así que deja de fumarte cigarrillos de falso prestigio, porque tu humo me molesta.
Con ojos de ángel y discurso ganador, me relatas todas tus supuestas virtudes, vendiéndome la pepita de oro en la que te has convertido y la gran proyección de futuro que al parecer te espera. Por supuesto, no te olvidas de insinuar lo amplios que son tus conocimientos adquiridos y de describir tu propia conversación como de "interés intelectual". "Profunda conversación" en la que has enumerado como sin querer, los numerosísimos paraisos turísticos que has visitado y las actividades que colman tus completísimos días de la semana. Y toda esta eterna conversación finaliza con un agradable "estás igual que siempre"... como si eso significase que debo volver a pasar por etapas de mi vida que tiempo ya hace que despedí.
Y entonces sale de mí, mi parte más paciente que, con una calmada sonrisa, intenta no entrar al trapo en ese tipo de conversaciones que ni me van ni me vienen. No pienso discutir contigo, no esta vez. No valoraré si tu vida es mejor, si tus amigos son más simpáticos, si tu ropa es más bonita, si tu coche es mejor, ni si tu pelo es más brillante.
Sólo espero que a mí no me intentes convencer con esas promesas que parecen serias de que tome la manzana que no quiero ni morder. Sólo espero que seas consciente de que te oigo cantar pero no escucho tu canción. Sólo espero que no pienses que me creo algo de lo que te sale por esa boquita, porque ya hace que anoté en el cabecero de mi cama, que es beneficioso alejarse de tu espacio de actuación.
Este corazón ya vino y se fue de vuelta, así que deja de fumarte cigarrillos de falso prestigio, porque tu humo me molesta.
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