Volver al mismo sitio donde pasaste buenos momentos con alguien a quien quisiste... no es buena idea... y menos si lo haces con otra persona. Si pretendías que el restaurante fuese tan bonito como lo recordabas... olvídate. El solomillo de atún ya no estará tan bueno y la tarta de chocolate que pedías sólo para agradarle, es posible que ahora lleve helado de mango... pero eso ya no le importa a nadie. Los entrantes no son tan especiales y las velas no tiemblan como cuando sus ojos color miel se posaban sobre ti.
Es posible que los sentimientos que acumulamos con otras personas no se vuelvan a repetir si no están ellas allí. Es posible que el Chino de Príncipe Pío no sea igual sin la risa de Chas, o que mi salón sin Xan mordiéndolo todo no sea el que era. Es posible que mires y no sepas ver, o que tres palabras te hagan llorar lo suficiente para dejar de sentirte persona.
No tienes nada de que lamentarte, nada que entender, nada que creer, nada que elegir, nada que escuchar de lo que no quieres saber, nada que hablar.
No tienes nada que sentir y todo está bien.
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