A los que nos gusta tanto estar perdidos por la vida... se nos hace extraño encontrar a alguien que, de forma paralela, sigue un garabato semejante en la lejanía. Alguien con una silueta difuminada, que descubres como una sombra latente por el rabillo del ojo. Alguien a quien conoces y tu mundo se para. Alguien cuya inclusión en tu vida, se rodea de premisas generadas... no pensadas... con las que reconocer a ese ente especial.
Podrías tenerlo delante, saber que es esa persona y, aún así, revolcarte en dudas y contradicciones. Todos lo hacemos. O quizás, sólo tú y yo. Sumergida en un mundo de destellos y guiños casuales, fui fabricando en mi universo un tú... que algún día aparecería y que lo cambiaría todo... un tú que no generaba en mí, ni la milésima parte de las sensaciones conexionadas que tú consigues en mí sólo con mirarme... un tú que lo volvería todo más fácil, todo más sedoso... a mí más sonriente, y a mis ojos más brillantes. Es entonces cuando empiezas a caminar con la mirada perdida... anhelando encontrar algo... pero sin saber cómo, ni cuándo, ni nada...
Lo vas reconociendo poco a poco. Una mirada cruzada... una intención... no hacen falta palabras, ni caricias... Y prefieres no pensarlo porque ya es algo que está en tu mente... ya es algo de lo que no te puedes desprender.
Fuerzas magnéticas que tienden a atraerse sin poder ser controladas. Situaciones naturales que convergen irrefrenablemente. Y los dos lo ven pasar... sin poderlo manejar. Y, entonces, piensan. Craso error. Piensan en su mundo envolvente. Piensan en sus circunstancias anteriores. Piensan en sus miedos. Piensan en ellos por separado... y entonces, lo marchitan.
Flores que estallaran de hermosura y al ser tocadas por la racionalidad humana se vuelven polvo desperdigado por el viento. Senderos por los que sembrar esperanzas al caminar que sólo reciben sal espolvoreada. Mundos de brillantina, quemados por su necesidad de controlar.
Y sin embargo, ahí siguen, con la misma frescura. Un universo que se revitaliza conforme suceden cosas en su interior. Un universo en el que, cuando crees que has llegado al final, caes por un agujero y vueles al punto medio de su construcción, con la diferencia de que, desde ese punto pasado, puedes generar nuevos futuros.
Es la historia interminable, la tuya y la mía, la de nosotros dos, la nuestra... la de dos desconocidos a los que mirar como si fueran uno... la de dos personas que han generado un universo paralelo en el que alojarse... un universo hecho a su medida, con todo aquello que ellos necesitan... la mirada de él + la mirada de ella.
Un universo ficticio, sin tiempo real, donde se suceden las sensaciones a velocidades irreales. Un universo de remolinos de mariposas, montañas de golosinas, caminos de hormiguitas. Un universo de escalofríos, relámpagos y mareos. Un universo para dejarse llevar. Un universo que poder parar, y al que volver cuando lo necesites. Un universo que se va apropiando de ti y sin el que no quieres seguir.
Pero algunas noches, cuando el miedo ronda los cristales empañados de tu esfera, necesitas volver al mundo en el que las ciudades gritan y las personas se tropiezan, necesitan volver a un sitio donde poder ver tu esfera con objetividad... un mundo que no la entiende, pero que la envidia. Un mundo que la aleja por creerla demasiado buena. Un mundo que la rechaza, porque no es capaz de ver lo que hay en su interior.
Podrías tenerlo delante, saber que es esa persona y, aún así, revolcarte en dudas y contradicciones. Todos lo hacemos. O quizás, sólo tú y yo. Sumergida en un mundo de destellos y guiños casuales, fui fabricando en mi universo un tú... que algún día aparecería y que lo cambiaría todo... un tú que no generaba en mí, ni la milésima parte de las sensaciones conexionadas que tú consigues en mí sólo con mirarme... un tú que lo volvería todo más fácil, todo más sedoso... a mí más sonriente, y a mis ojos más brillantes. Es entonces cuando empiezas a caminar con la mirada perdida... anhelando encontrar algo... pero sin saber cómo, ni cuándo, ni nada...
Lo vas reconociendo poco a poco. Una mirada cruzada... una intención... no hacen falta palabras, ni caricias... Y prefieres no pensarlo porque ya es algo que está en tu mente... ya es algo de lo que no te puedes desprender.
Fuerzas magnéticas que tienden a atraerse sin poder ser controladas. Situaciones naturales que convergen irrefrenablemente. Y los dos lo ven pasar... sin poderlo manejar. Y, entonces, piensan. Craso error. Piensan en su mundo envolvente. Piensan en sus circunstancias anteriores. Piensan en sus miedos. Piensan en ellos por separado... y entonces, lo marchitan.
Flores que estallaran de hermosura y al ser tocadas por la racionalidad humana se vuelven polvo desperdigado por el viento. Senderos por los que sembrar esperanzas al caminar que sólo reciben sal espolvoreada. Mundos de brillantina, quemados por su necesidad de controlar.
Y sin embargo, ahí siguen, con la misma frescura. Un universo que se revitaliza conforme suceden cosas en su interior. Un universo en el que, cuando crees que has llegado al final, caes por un agujero y vueles al punto medio de su construcción, con la diferencia de que, desde ese punto pasado, puedes generar nuevos futuros.
Es la historia interminable, la tuya y la mía, la de nosotros dos, la nuestra... la de dos desconocidos a los que mirar como si fueran uno... la de dos personas que han generado un universo paralelo en el que alojarse... un universo hecho a su medida, con todo aquello que ellos necesitan... la mirada de él + la mirada de ella.
Un universo ficticio, sin tiempo real, donde se suceden las sensaciones a velocidades irreales. Un universo de remolinos de mariposas, montañas de golosinas, caminos de hormiguitas. Un universo de escalofríos, relámpagos y mareos. Un universo para dejarse llevar. Un universo que poder parar, y al que volver cuando lo necesites. Un universo que se va apropiando de ti y sin el que no quieres seguir.
Pero algunas noches, cuando el miedo ronda los cristales empañados de tu esfera, necesitas volver al mundo en el que las ciudades gritan y las personas se tropiezan, necesitan volver a un sitio donde poder ver tu esfera con objetividad... un mundo que no la entiende, pero que la envidia. Un mundo que la aleja por creerla demasiado buena. Un mundo que la rechaza, porque no es capaz de ver lo que hay en su interior.
1 comentario:
un mundo que por desgracia es real, no debes olvidarlo, del que nos evadimos tú y también yo
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