12 diciembre 2010

... CRISTALES ROTOS

Todos necesitamos jugar con el destino... echarle un pulso para saber de ante mano si lo que deseamos se va a cumplir... o simplemente dejarle decidir a la casualidad si hacemos ciertas cosas o no... porque, al fin y al cabo, ¿no es todo una secuencia de absurdas casualidades?

Me extraña que nunca lo hayáis hecho... una de esas de... si cuando salga del portal no me cruzo con nadie, es que voy a tener un buen día... o de esas de... si en siete segundos viene el revisor, es que tengo que llamar a esa persona que no me quito de la cabeza... y así dejas que los acontecimientos dirijan tu vida... nada descabellado, teniendo en cuenta que muchas veces hacemos ciertas cosas porque hemos tenido un buen día o no.

Se me antoja pensar que las conexiones casuales se nos amontonan... y somos nosotros los que decidimos darles mayor importancia a unas que a otras. Se me antoja pensar que los dos sabemos lo que hay entre nosotros... aunque a veces queramos aparentar que no hay tal.

Quiero pensar que es gracioso, que cuando yo no quiero saber de ti, a ti no te parezca necesario, y que cuando tú necesitas espacio... yo no. He vivido esta situación antes... una de esas en las que el momento parece que nunca llega aunque exista cierta predisposición entre las dos partes... te contaré cómo acabó... no sé nada de él desde hace ocho años... no sé ni lo que estudió, ni dónde, ni si trabaja, ni si sigue viviendo en la casa de sus padres... y creo que es probable que si me lo cruzase, no lo reconociese... otro amor de mi vida olvidado... uno de tantos...

Así somos tú y yo, dos desconocidos que no sabemos nada el uno del otro. Dos desconocidos que no quieren estar juntos en este mundo, sabiendo que mucho tendrán que cambiar las cosas para vivir en otro universo que les permita compartir vivencias... dos desconocidos que un día creyeron que eran tal para cual... y que al día siguiente despertaron de su sueño. Dos siluetas que parecen encajar, pero que nunca han pensado en limar asperezas. Dos frutas situadas en la cima del árbol, que esperan que alguien tenga el ojo de recogerlas para fundirlas en una mezcla de sabores. Dos niños que jugaron a ponerle nombre a su futuro, como si así fuese a hacerse realidad...

Siempre he pensado lo mismo de este elixir que vamos sazonando poco a poco... que está hecho para reposar... para dejarlo olvidar... y para finalmente, fermentar... siempre he pensado que nuestro vino, será vinagre cuando queramos disfrutarlo... porque el tiempo en el mundo real, no corre a la misma velocidad que en nuestro universo empático.

Y lo más extraño de todo es que, cuando vuelvo a mi mundo... no me importa perder el nuestro... porque realmente, creo que no está hecho para existir más allá del interior de nuestro corazón... entre otras cosas, porque ninguno de los dos queremos nada de él que no sea mera ilusión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hagamos nosotros por cambiar las cosas y que nuestros destinos se puedan unir....