Todos somos diferentes, tenemos unos valores distintos, unas vivencias distintas, una forma de ver las cosas diferente. Y por error solemos presuponer que lo que nosotros vemos de un modo, el de al lado lo va a ver del mismo modo, y que la manera en la que nosotros responderíamos es la manera en la que el otro va a responder. Y es la incapacidad de aceptar que el otro puede pensar, opinar y actuar de manera distinta lo que genera conflictos. Y las circunstancias también son condicionantes. No va a responder de la misma manera la misma persona a la misma pregunta en un día en el que está enfadado que en un día en que está contento. Incluso los juicios u opiniones que tenemos de la misma cosa, persona o situación varían mucho en función del momento, el estado de ánimo y la compañía. Así que hay que saber diferenciar lo que se dice de lo que realmente se opina. Y creo que en ese sentido más que las palabras deberíamos fijarnos en los actos. Porque las palabras, en realidad los actos también, pueden tener muchas funciones y no siempre ajustarse a la verdadera realidad.
04 diciembre 2008
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