
Y al ver todo eso, no me reconozco. Antes creía en la visceralidad, en el todo o nada, en el para mí o para ti. Y cuando vas viviendo determinadas situaciones, piensas que quizás la vida no tenga porqué sentirse tanto... que tu tiempo ya no está para hablar de acontecimientos cuya aclaración no resolverá nada... que quizás es mejor vivir en una nube de suposiciones donde la certeza de la verdad se antoja más sincera que la realidad.
Te veo... y entiendo tu comportamiento egoísta, pero entiende tú también que yo no quiera aprobarlo. No tengo remordimientos... no necesito tener conversaciones superficiales que aparenten un falso fraternalismo para sentirme mejor... no necesito beber mentiras de algodón de azúcar.
Pero cuando tengo que hacerlo, y sólo lo hago para que tú te sientas reconfortado, recuerdo que hay determinados corazones que no son limpios, y que es mejor que no me acerque a ellos en demasía. Recuerdo que sólo quieres mi amistad para limpiar tu conciencia. Y guardo a aquellos que me van demostrando día a día que todo en ellos es bondad... y quizás no bondad infinita, pero sí bondad hecha para mí. Porque al final, no hay personas universalmente buenas, si no que hay personas buenas para nosotros... o para otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario