Siempre he pensado que no se podía ser rencorosa si la memoria no te daba para ello. Y siempre he entendido que las personas quieran mantener una amistad cuando otras cosas se dejan atrás. Supongo que en determinadas situaciones también comprendo que prefieran no hablar de verdades, por lo que eso les pueda doler. Y entiendo también que a veces hagas como que algo no ha pasado, y no vuelvas a hablar de ello.
Y al ver todo eso, no me reconozco. Antes creía en la visceralidad, en el todo o nada, en el para mí o para ti. Y cuando vas viviendo determinadas situaciones, piensas que quizás la vida no tenga porqué sentirse tanto... que tu tiempo ya no está para hablar de acontecimientos cuya aclaración no resolverá nada... que quizás es mejor vivir en una nube de suposiciones donde la certeza de la verdad se antoja más sincera que la realidad.
Te veo... y entiendo tu comportamiento egoísta, pero entiende tú también que yo no quiera aprobarlo. No tengo remordimientos... no necesito tener conversaciones superficiales que aparenten un falso fraternalismo para sentirme mejor... no necesito beber mentiras de algodón de azúcar.
Pero cuando tengo que hacerlo, y sólo lo hago para que tú te sientas reconfortado, recuerdo que hay determinados corazones que no son limpios, y que es mejor que no me acerque a ellos en demasía. Recuerdo que sólo quieres mi amistad para limpiar tu conciencia. Y guardo a aquellos que me van demostrando día a día que todo en ellos es bondad... y quizás no bondad infinita, pero sí bondad hecha para mí. Porque al final, no hay personas universalmente buenas, si no que hay personas buenas para nosotros... o para otros.
Y al ver todo eso, no me reconozco. Antes creía en la visceralidad, en el todo o nada, en el para mí o para ti. Y cuando vas viviendo determinadas situaciones, piensas que quizás la vida no tenga porqué sentirse tanto... que tu tiempo ya no está para hablar de acontecimientos cuya aclaración no resolverá nada... que quizás es mejor vivir en una nube de suposiciones donde la certeza de la verdad se antoja más sincera que la realidad.
Te veo... y entiendo tu comportamiento egoísta, pero entiende tú también que yo no quiera aprobarlo. No tengo remordimientos... no necesito tener conversaciones superficiales que aparenten un falso fraternalismo para sentirme mejor... no necesito beber mentiras de algodón de azúcar.
Pero cuando tengo que hacerlo, y sólo lo hago para que tú te sientas reconfortado, recuerdo que hay determinados corazones que no son limpios, y que es mejor que no me acerque a ellos en demasía. Recuerdo que sólo quieres mi amistad para limpiar tu conciencia. Y guardo a aquellos que me van demostrando día a día que todo en ellos es bondad... y quizás no bondad infinita, pero sí bondad hecha para mí. Porque al final, no hay personas universalmente buenas, si no que hay personas buenas para nosotros... o para otros.
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