Y cuando menos te lo esperas sucede… y sucede coincidiendo con la firme intención de negar que fuese a pasar. Te chocas con alguien, aún queriendo esquivarlo. Alguien con quien preferías no tener relación, no por él, si no por ti y por tu otro yo.
Y entonces te rindes a la evidencia. Te rindes teniendo que reconocer que hacía tiempo que no te dolían las mejillas de sonreír tanto, sabiendo perfectamente cuando fue la última vez que te pasó eso. Te rindes notando como tu mente se dispersa con la velocidad del hidrógeno contenido, sabiendo perfectamente cuando fue la última vez que te pasó eso. Te rindes sintiendo como por dentro nace un sentimiento irradiante, sabiendo perfectamente cuando fue la última vez que te pasó eso.
Sin embargo, sabes que el original y la réplica no son comparables. Pero también sabes que las réplicas conllevan menores responsabilidades, quizá porque si un día deja de agradarte, siempre te quedará pensar que con el original todo será diferente.
Y, siendo inevitable, ves como los acontecimientos te encaminan a adherirte a la misma situación que, en otro momento, no creías que tuviese mucho sentido. Quizá porque querer y amar son sentimientos distintos, aunque muchas veces no los podamos diferenciar. Se quiere con el tiempo, en parte con la cabeza y en parte por las experiencias acumuladas. Se ama con pasión, sin necesidad de conocer todos los entresijos, ni de desnudar a la otra persona para saber cómo es… se ama por intuición.
Las buenas experiencias son aquellas en las que se ama… aún no importándote si la otra persona siente lo mismo. El querer llega… a veces anunciando la muerte de la pasión, anunciando que el sentimiento es más racional que anteriormente.
Seguramente por eso te dije que te quería, porque en mi interior noto como, de lo que fue, sólo quedan palabras que en algún momento tuvieron sentido, pero que, al no materializarse, pierden toda su fuerza.
No quiero plantearme si es mejor querer a alguien que has amado, o decidirte a querer a alguien que sabes que no puedes amar. Y al no querer planteármelo, reconozco que tenías razón, y que es perfectamente posible tener sentimientos cruzados, porque no están situados al mismo nivel. Y quizás entonces me pregunto en qué nivel estoy yo y en cuál está ella… y quizás en ese momento me pregunto en qué nivel estarás tú y en cuál estará él.
Supongo que esto es lo que tenía que suceder desde el principio, lo que tú creías que era real. Y sin embargo, hay algo de esta situación que sigue sin convencerme… quizás porque el orden de los factores suele alterar el producto en la vida real… quizás porque, en mi caso, la situación se desencadena consciente de lo que está sucediendo e intuyendo en lo que podría terminar.
Hay quien cree que las situaciones pasan en un momento y en un lugar, porque eso es lo que tiene que pasar… lo que, en cierto modo, implica que la historia ya está escrita. No sé porqué te llamé entonces, diciéndote que pueden pasar cosas que no podemos evitar. No sé porqué a los dos días eso se había materializado y estaba sucediendo, aún sabiendo que yo no lo quería. No sé a dónde lleva todo esto… pero me siento como si te hubiese dado la espalda y no quisiese oír tu voz. Me siento como si me hubiese traicionado a mí misma… como si hubiese traicionado aquello que me ha hecho volver a creer. Me siento como si estuviese obrando mal… pero sé que si obrase correctamente, sólo quedaríamos mis pensamientos y yo para verlo.
Y ahora no sé que es lo correcto, ni lo bueno, ni lo que hay que hacer, ni cómo debiera actuar. No sé si le estoy mintiendo a él, a ti, a mí o a todos. No sé nada... pero sé que tengo la verdad en mi corazón.