20 mayo 2010

... UNA, DOLA, TELA, CATOLA

No uso antifaces; no uso velos ni burkas; no cubro mi rostro porque nada hay que me avergüence de él, ni nada hay que tema mostrar, porque mi tansparencia se ha ido perdiendo con los rayazos de la arena del camino, y poco a poco me he vuelto translúcida… como mucha otra gente.

Me siento permanente en este mundo fugaz, como una estatua de cobre en medio de los rápidos flujos de habitantes que se producen en las calles de Madrid, que camina a cámara lenta sin que nadie lo perciba en medio del anonimato de la polis. Sin embargo, sé que mi destino es seguir avanzando, que es innato en mí el evolucionar, que no soy capaz de anclarme y esperar. Sé que, aunque todo el planeta se me antoja en otro espacio-temporal, yo lo comparto con ellos, y sospecho que, aunque tangencialmente, tanto su tiempo como el mío es capaz de cosechar los mismos frutos.

Lo que tengo lo doy, no lo guardo, no lo poseo, porque nada bueno puede dar en mi interior y, sin embargo, estos frutos pueden lograr sensaciones inmensas en el corazón de otras personas… porque todos vamos juntos de la mano, aunque nos empeñemos en ponernos guantes de látex, aunque protejamos nuestro rostro con mascarillas o aunque nos coloquemos una bata sobre nuestras vestiduras.

No me oirás decir lo que no sienta en el corazón, aunque con los años, he aprendido a callarme muchas cosas. Puede que ya no me oigas decir todo lo que me gustaría; puede que ya no me veas mirarte haciéndote llegar mis perfecciones; puede que mis manos ya no te muestren si están en acuerdo o desacuerdo... porque he aprendido que es necesario evitar que te apegues a las personas.

No intentes controlarme, no intentes dirigirme, no intentes influirme, porque yo soy quién elige cómo equivocarse. Aprovéchame que si llegué ayer me puedo ir mañana, porque no hay nada que me convenza para quedarme aquí. Soy libre, soy aire, soy nube, soy agua, tierra y fuego, y de todos estos estados aprendo, aunque la parte que más me cuesta es la de aprender a no aprender. La de aprender que aunque las cicatrices sangren y sangren, no importa llevarlas encima, aunque te sientas observado al pensar que son feas… pero quizás lo que deberías es atreverte a mirar las que tienen los demás; la de aprender que las heridas se abren y se cierran pero eso no debe impedirte mirar a los ojos de la bestia... porque lo que ya te hizo daño una vez, haciéndote sentir incomprensiblemente llena por dentro, quizá debería poder hacerlo una y otra vez; La de aprender que a veces es mejor caer como una inexperta que caer en colchón mullido.

Es normal que le temas a lo que no conoces… aunque viendo el historial… casi prefiero convivir con lo desconocido mano a mano.

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