04 octubre 2010

... PARA NO VER EL FINAL

Llegaste... sin saber ni cómo, ni cuándo... pasando ante mí, como tantas veces he visto pasar a otros, sin saber cómo diferenciar a lo bueno, de lo mejor. Sin quitarme mi coraza de latón con la que me enfrentaba cada día al mundo. Sin querer conocer principios, transcursos, ni finales.

Pero todo tú... todo tú eres... asombrosamente sorprendente. Un eclipse ante mis ojos que sólo me permite sentir calor. Una enorme alfombra de pelos por la que dejarse absorber al final del día. Una manta gordita y sedosa que te envuelve mientras observas la nieve cuajar. Un mar de caricias por plumas recién perdidas al volar. Un mundo nuevo que descubrir mientras veo su reflejo en tus ojos. Un huracán de experiencias que conocer de la mano de tus labios.

Todo es fácil a tu lado. No hacen falta puertas de atrás. Todo se impulsa con la rapidez con la que corren los minutos al perderme en ti. No hacen falta respuestas metafísicas. Todo vuela cuando lo llevas de la mano. No hacen falta más blues llorosos.

Irradias sinceridad, amor, bondad... y con tanto sentimiento real, en mi interior no me importaría que te fueras si eso te hiciese sentir bien. No me importaría que me dejases en la misma calle que un día te encontré. Total... ya no puedo sentir más dolor del que ya he acogido. Porque todo dolor tiene una inquietud que lo mueve... egoístamente. Y yo ya no necesito sufrir más por mí... ya me tengo muy vista.

Debería estar prohibido pensar si quiera en los finales cuando se acarician los comienzos. Y eso sería a su vez como prohibirnos a nosotros mismos... a nuestros miedos, o a nuestras dudas... por eso no me da miedo confesarte que no hace falta que me claves puñales, no necesito morir para no ver el final; por eso no me da miedo confesarte que preferiría que no me dejases desangrándome si llegado el momento empiezo a agonizar; y por eso he de confesarte que si caes en el error de hacer caso a mis torpes palabras, no podremos distinguir qué delirios son mayores, si los míos o los tuyos.

Y envuelta en este mar de nieblas de distintos colores, sabores y olores... escucho un murmullo lejano que me es ajeno, pero que presiento que es para mis oídos. Dice algo de dejarse... algo de callarse... algo de no pensar. Todo lo contrario a lo que en mi fortaleza se estila: controlarse, meditar y preocuparse... serán los aires del sur, que refrescan mi mente y me recuerdan que no hay nada que hayamos vivido demasiadas veces, no hay nada que sepamos, no hay ningún final que podamos predecir, no hay ninguna experiencia que poder conocer sin tenerla.

Será que los aires del sur tienen razón, y no hay nada a tu lado que pueda haber vivido ya.

1 comentario:

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=E3rkLRJ0m0k&feature=related