18 abril 2010

... MAR DE NUBES

Dudo que recuerdes cuando fue la última vez que te temblaron las piernas por estar cerca de alguien. Dudo que de poder recordarlo, quieras hacerlo. Dudo que recuerdes cuando fue la última vez que perdiste el hilo de lo que decías por estar navegando en ojos ajenos. Dudo que de poder recordarlo, quieras hacerlo. Dudo que recuerdes cuando fue la última vez que deseaste que el tiempo fuese eterno para poder perderte en las ondas que se dibujan en el aire cuando su voz habla. Dudo que de poder recordarlo, quieras hacerlo.

Dudo que de darte cuenta que eso te vuelve a pasar, fueses capaz de valorarlo. Dudo que de poder hacerlo, quieras afrontarlo. Dudo que de verte revivir cuando él te toca, seas capaz de reconocer que sin su palpitar mueres. Dudo que de poder hacerlo, quieras afrontarlo. Dudo que seas capaz de controlar meter la pata una y otra vez, porque al fin y al cabo, tú eres así. Dudo que de poder hacerlo, quieras afrontarlo.

Dudo que seas capaz de reconocer una oportunidad cuando la ves. Dudo que seas capaz de quitarte tu abrigo de los miedos y salir a pasear. Dudo que seas capaz de dejarte vivir y disfrutar. Dudo que seas capaz de dejarte ser feliz.

Porque al final del día, estás acostumbrada a coger la almohada y tenerla para ti sola; a comprar el pan, y comprarlo para una sola; a hacer la compra semanal, y hacerla para una sola; a planear fines de semana, y planearlos para una sola. La soledad se ha convertido en tu compañera de tiro y no te creerías buena amiga si la dejases a un lado.

Y eres tú la que lo sabe, la que no quiere dejarla ir... porque es mejor no aguantarte tú, a que no te aguanten los demás.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La necesidad más profunda del hombre es superar su separación, abandonando la prisión de su soledad.

Anónimo dijo...

Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma