
No tengo curas para tu dolor, no tengo consejos malos ni buenos, no tengo analgésicos que recetarte, ni caricias que puedan reconfortarte. No tengo nada para darte, y es probable que eso te duela más a ti que a mí.
Miro atrás y veo como me había acostumbrado a anhelar, a desear, a pensar en sueños que de aquellas se me antojaban inalcanzables. Miro frente a mí y te veo a ti... recordándome lo nublado que se percibe el presente cuando lo ves a través de ojos llorosos, recordándome lo frío que se tercia el día cuando no sientes un cuerpo cercano, recordándome lo inmenso que parece tu entorno cuando te ves solo en un viaje que has emprendido.
Yo no soy quien para dar consejos... ni a ti, ni a mí. No lo siento como tú lo sientes, pero te pido perdón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario